
La agilidad nació con el legendario Manifiesto Ágil y empezó su viaje aprendiendo a jugar en equipo con Scrum, Kanban y demás.
Pero pronto nos dimos cuenta de que eso no era suficiente. ¡Faltaban buenos productos! Así que nos lanzamos a implementar prácticas de Design Thinking y UX para ponerle chispa a nuestros productos.
Luego descubrimos algo: nuestros productos no siempre daban en el clavo. Definir cuál es el “valor” resultó ser más complicado que un cubo Rubik. Y peor aún, no siempre estaba alineado con la estrategia empresarial. ¡Uy!
Así que nos pusimos manos a la obra y retomamos los OKRs. ¿Qué es eso? Objetivos y Resultados Clave, para los curiosos. Y no solo eso, también aprendimos a escalarlos como campeones.
Cada Key Result nos llevó a cambios en procesos, estructuras organizacionales, software… ¡el combo completo! Y, claro, terminamos con listas enormes de ideas geniales (o eso creíamos). Pero entonces vino la gran pregunta: ¿y cómo pagamos todo esto?
Ahí es cuando Lean Portfolio entró al rescate. Dijo: “Olvídense de los business cases kilométricos, apostemos por hipótesis de valor. A largo plazo, sí, pero también a corto plazo. Queremos ver indicadores rápidos, ¿no?”
Y por si fuera poco, llegaron los grandes temas del momento: transformación ágil, digitalización empresarial, transformación digital… todo un carnaval de conceptos.
Y también nos dimos cuenta de que el liderazgo importa y llegó Management 3.0, Liderazgo ágil... ¿Quién quiere seguir a un ogro que te cambia el juego cada día y no te permite aprender porque debes ser perfecto?
¿Entonces la agilidad ha muerto? ¡Para nada!
La agilidad es como un viaje eterno de aprendizaje donde confirmamos que:
Es una mentalidad que va más allá de cualquier práctica cool.
Es el medio, no el fin. ¡El fin es entregar valor!
Ese valor debe ser para el cliente, la empresa y también para los colaboradores. ¡Todos ganan!
No todas las prácticas de agilidad son para todos los proyectos. La mentalidad ágil trasciende enfoques: Predictivo, ágil, híbrido.
El liderazgo puede hacer que la agilidad se implante o fracase.
Si no tienes claro tu flujo de valor y los customer journeys, estás perdiendo el norte. Mejoras locales no hacen un gran negocio.
Equivócate rápido, aprende rápido, pero recuerda: el verdadero aprendizaje está en cómo entregar más valor.
En resumen, ¡la agilidad no solo está viva, está rockeando! Se adapta, evoluciona y nos desafía a los coaches a subir de nivel para tener conversaciones que importan y facilitar la co creación en el negocio y la estrategia.
No hay recetas mágicas, pero sí hay una constante: entrega valor siempre. ¡Disfruta el viaje y saca lo mejor de la agilidad!
¡Agilidad para entregar valor!
Bienvenidos a la reflexión.
Mis mejores deseos para que todos mejoremos nuestra kung-fu de agilidad !!
Hiriam Eduardo Pérez Vidal
Consultor de liderazgo y agilidad empresarial!
P.D. Todo esto surge desde mi experiencia personal y empresarial por lo que no pretende ser la verdad absoluta. Publicado también en Linkedin